Arquitectura brutalista: el ejemplo de Moreno Barberá
FECHA
04.08.2025
La arquitectura brutalista surgió a mediados del siglo XX como una respuesta directa a las necesidades sociales y urbanas del momento.
El término proviene del francés béton brut, que significa “hormigón crudo”, y fue popularizado por Le Corbusier. Este movimiento apostó por mostrar la estructura y los materiales de forma honesta, sin maquillajes, valorando la expresividad del hormigón, los volúmenes rotundos y la funcionalidad extrema. En muchos casos, los edificios brutalistas buscan transmitir solidez, permanencia y claridad formal, con una fuerte carga simbólica.
Aunque fue objeto de duras críticas en su época por su supuesta frialdad o rigidez, hoy el brutalismo es cada vez más valorado por su potencia visual, su capacidad de definir el espacio urbano y su coherencia material. Se asocia a menudo con edificios institucionales, universitarios y culturales, por su carácter monumental y su vocación pública. Lejos de ser un estilo uniforme, el brutalismo tiene muchas variantes locales, adaptadas al clima, los materiales y las técnicas constructivas de cada lugar, pero siempre mantiene un lenguaje visual directo y rotundo, donde el material y la forma hablan por sí solos.
En Valencia, el brutalismo encontró un terreno fértil durante los años 60 y 70, especialmente en el ámbito universitario. Uno de los grandes exponentes es Fernando Moreno Barberá, autor de edificios como la Facultad de Derecho y la Escuela de Ingenieros de Caminos en el campus de Blasco Ibáñez. Su obra combina la contundencia del hormigón visto con una atención precisa al detalle constructivo, logrando espacios sobrios pero funcionales, con una identidad clara y reconocible. Moreno Barberá supo adaptar el lenguaje brutalista al contexto mediterráneo, con soluciones de protección solar, patios y recorridos que responden al clima y al uso intensivo de los espacios.
Además de Moreno Barberá, encontramos otras manifestaciones brutalistas en la ciudad, como algunos bloques residenciales de los años 70 que reinterpretan el brutalismo con una escala más doméstica. Estos edificios forman parte del paisaje urbano de Valencia y representan una etapa clave en la evolución de su arquitectura moderna. Hoy, con una nueva mirada, se reivindican como patrimonio y fuente de inspiración para generaciones más jóvenes de arquitectos que buscan la autenticidad material y la honestidad constructiva en sus proyectos.
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